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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN:
Editorial: Ediciones Históricas
Adéntrate en la desolada región patagónica del siglo XIX con esta novela histórica que envuelve personajes reales y ficción. El Perito Moreno, Charles Darwin y Robert Fitz Roy se citarán en el sur argentino durante diferentes épocas para llevar a cabo expediciones peligrosas e inéditas, cubiertas por tensiones políticas.
Valores, creencias y principios históricos se verán afectados por nuevos descubrimientos. Teorías revolucionarias serán planteadas enfrentando a la ciencia y la religión. El mundo no volverá a ser el mismo. ¡Acompáñanos en esta emocionante travesía!
El relato nos sitúa en la Argentina de 1875. El joven naturalista y explorador Francisco Moreno se reúne con Rufino de Elizalde, Ministro de Relaciones Exteriores de la Nación.
Había sido convocado para liderar una expedición hacia las nacientes del Río Santa Cruz, en el sur del país, como parte de una estrategia para ganar políticamente una porción importante de la Patagonia a los vecinos chilenos.
El plan era que Chile se viera obligado a recurrir a un arbitraje internacional, probablemente a cargo de Inglaterra. En ese contexto, Argentina precisaría demostrar su soberanía sobre la región, algo que conseguiría a través de la exploración de Moreno.
Nombrar lugares, descubrir fósiles y animales, delimitar mapas y habitar el territorio inclinarían la balanza hacia el lado argentino.
Para aumentar sus chances aún más, buscaron a un naturalista inglés de renombre mundial con quien pudieran compartir los resultados del viaje e involucrarlo en la investigación. Su aprobación les daría credibilidad.
Mediante el ingeniero irlandés John Coghlan se pusieron en contacto con Charles Darwin, quien los derivó al vicealmirante John Lort Stokes, compañero de viaje de Darwin que les envió la información que levantó la segunda expedición del Beagle, entre 1831 y 1836.
Moreno iba a continuar el viaje que Darwin, Stokes y Robert Fitz Roy habían realizado más de cuarenta años antes.
A cambio de su ayuda, Stokes quería un favor. Una promesa relacionada al reconocimiento que no había tenido en vida el capitán Fitz Roy. Con el relato escrito en las cartas de John Stokes, la narrativa retrocede hasta ese segundo viaje a bordo del Beagle, que zarpó del puerto de Plymouth, Inglaterra el 27 de diciembre de 1831.
La tripulación incluía unas ochenta personas, entre las que se encontraban el capitán Fitz Roy, el teniente Stokes, Darwin y tres indios fueguinos que Fitz Roy había embarcado en un viaje anterior.
El objetivo principal del viaje era realizar un relevamiento geográfico de las costas de América del Sur para mejorar los mapas existentes, así como también estudiar y conocer en profundidad la región.
Lograr el cruce de los océanos en forma segura era fundamental para que Inglaterra continuara reinando los mares del mundo. Finalmente Fitz Roy planeaba coronar el viaje completando la vuelta alrededor del planeta.
Darwin, por su parte, había sido invitado para examinar los terrenos, la flora y la fauna de cada destino, proporcionando sus conocimientos como naturalista.
El primer punto estipulado en el itinerario era Tenerife, en las Islas Canarias, pero un brote de cólera imposibilitó su desembarco. Siguieron camino hacia Cabo Verde y luego una corta parada en las Rocas de San Pablo.
Ya desde las primeras semanas de viaje se podía percibir el pensamiento revolucionario de Darwin. Creía que, por ejemplo, estas islas no existían cuando Dios creó el mundo, si no que emergieron después como consecuencia de la actividad volcánica en las profundidades de los océanos.
Incluso pensaba que los tiempos necesarios para que sucedieran tales cambios debían ser mucho mayores a los seis mil años que fijaba la Biblia. De hecho, estudiaba la posibilidad de que la Tierra estuviera cambiando constantemente. Su propósito en este viaje era encontrar evidencia que le permitiera presentar esta teoría.
Una vez atravesado el Atlántico navegaron por las costas de Brasil, donde realizaron relevamientos en Fernando de Noronha, Salvador de Bahia, Abrolhos y Rio de Janeiro. En estas tierras, Darwin se chocó con la barbarie que representaba la esclavitud.
También conoció el cambiante y difícil temperamento del capitán Fitz Roy, que generaría conflictos entre ellos en el futuro.
Luego de pasar rápidamente por Montevideo y Buenos Aires, llegaron a la “Pampa Salvaje”, donde desembarcaron. El lugar se llamaba Bahía Blanca. La costa desde ese punto hasta el Río Negro, ubicado al sur, albergaba diversas islas y canales que valía la pena explorar.
La Pampa parecía ser un cementerio de fósiles y animales extintos. En sus conversaciones, Darwin y Fitz Roy comenzaban a pensar, como posible, que los animales actuales hubieran descendido de éstos. Tal vez, tuvieron que adaptarse a las nuevas circunstancias del terreno.
“Quizás la selección fuera natural”.
En diciembre de 1832, el Beagle llegó a los canales fueguinos y desembarcó en Woollya, donde intentaron comenzar una colonia con un pastor y los tres aborígenes que venían en la nave. La empresa no tuvo éxito.
Luego se dirigieron a las Islas Malvinas, donde Fitz Roy compró una goleta para acompañar al Beagle y ganar tiempo en la investigación. Mandó un pedido de aprobación de compra al Almirantazgo y, sin esperar respuesta, la bautizó Adventure.
Después, los viajeros volvieron a Bahía Blanca. El próximo destino sería Buenos Aires, aunque Darwin pidió permiso para realizar ese trayectos por tierra. De esa forma podría explorar el terreno de mejor manera.
Su travesía terrestre comenzó por Carmen de Patagones (en ese momento conocido como “El Carmen”) junto con James Harris, un inglés residente de la zona, y un par de gauchos encargados de guiarlos y protegerlos.
Pocos días después llegaron al campamento del jefe del ejército argentino, Juan Manuel de Rosas Este, ya informado de su presencia en la zona, los recibió y les aconsejó tomar un camino hacia Buenos Aires que sus hombres habían organizado. Luego de tres semnanas se reencontraron con el Beagle en la ciudad porteña.
A medida que Darwin se volvía más aventurero, Fitz Roy seguía el camino contrario. Tener una tripulación numerosa a su cargo y una misión muy difícil por cumplir lo estaba abrumando. Para complicar su angustia, el geólogo estaba comenzando a dar forma a sus ideas contrarias a la Creación, con las consecuencias que esto implicaba.
Lo curioso fue que Darwin llegó a varias de estas conclusiones junto con el capitán, en sus conversaciones cotidianas. Entendieron que los animales podían tener ancestros en común y que incluso se podrían organizar árboles genealógicos que vinculaban a las distintas especies.
Si las montañas, las piedras y los terrenos se modifican con el tiempo entonces los animales y las plantas deben adaptarse permanentemente a su cambiante entorno. Todo ello sin que Dios estuviera involucrado.
¿Y el Hombre? ¿También tendría su origen en los animales? Conversaron sobre la posibilidad de que estuviera emparentado con el gorila, el chimpancé o el orangután.
Con tantas dudas, fue inevitable plantearse la siguiente: ¿Existiría Dios? Si la respuesta era no, tampoco tenía validez el supuesto mandato divino que justificaba el poder otorgado al Rey de Inglaterra. Fitz Roy percibió inmediatamente el enorme impacto que tendrían estas conclusiones. Ciertamente, según el capitán, ese impacto no sería positivo.
Predijeron que la sociedad se partiría en dos sin imaginar que su amistad correría el mismo destino.
Acordaron mantener sus conversaciones en privado hasta tener evidencias sólidas que fundamentaran, sin lugar a dudas, esas revolucionarias ideas.
Durante su travesía por las costas patagónicas, el Beagle sufrió una avería. La tripulación se vio obligada a fondear en el interior del estuario del Río Santa Cruz, en el sur de la Patagonia.
Para aprovechar el tiempo que estarían detenidos, Fitz Roy le planteó a Darwin remontar el río hasta la Cordillera de los Andes, un trayecto inexplorado hasta entonces.
El 18 de abril de 1834, una tripulación reducida de 25 personas, incluyendo a Darwin, Fitz Roy y Stokes, comenzó a recorrer el Río Santa Cruz aguas arriba.
A poco de iniciar el periplo, las fuertes corrientes y el potente viento hicieron imposible navegar a vela, por lo que debieron remolcar los tres botes desde tierra, lo que les llevaría varias semanas.
Darwin y Stokes dedicaron su caminata a explorar el terreno y medir coordenadas. Cuando hallaron unos huesos antiguos Charles aprovechó para compartir con John su teoría de cómo se formó el mundo, así como sus intenciones de descubrir el origen del hombre.
Inmersos en el debate sobre la existencia de Dios, Stokes, que identificaba por escrito cada punto de observación, nombró al lugar en el que se encontraban como “No God” o “Sin Dios”.
El grupo no consiguió llegar a la Cordillera por falta de víveres, por lo que Fitz Roy decidió volver. Ninguno imaginaba que, si caminaban pocas horas más descubrirían un maravilloso lago al pie de cumbres nevadas. Éste sólo sería descubierto casi cuarenta años después.
En junio de ese mismo 1834, el oficial del Beagle George Rowlett falleció a bordo, incapaz de recuperarse de una fiebre. Para el capitán, con una creciente tendencia depresivas, la responsabilidad de su muerte fue un golpe muy duro de superar.
Una vez en territorio chileno, la tripulación vio los efectos del poder de la naturaleza al llegar al puerto de Talcahuano, que había sufrido un terremoto seguido de un tsunami.
Darwin, haciendo gala de su mente científica, encontró que este fenómeno había cambiado la costa de la zona en cuestión de segundos, por lo que intuía que eran los cataclismos los que habían dado forma a la Tierra a lo largo de millones de años de historia.
El Beagle y el Adventure llegaron a la ciudad de Concepción, donde había sucedido la catástrofe. Allí Darwin conoció a José Iñíguez, un sacerdote jesuita con el que mantuvo una rica conversación sobre la existencia de Dios que cambió la perspectiva del inglés respecto a la fe y la religión.
El pastor opinaba que había un lugar para la ciencia y otro para Dios, que ser creyente no significaba estar a favor de la Iglesia y que la fe podía tener un poder inmenso frente a la desolación y la desesperanza. El joven asintió en silencio viendo como esta creencia era la clave para que la castigada población encontrara fuerzas para seguir adelante.
Mientras el Beagle recalaba en el puerto de Valparaíso, Darwin obtuvo el permiso para realizar una expedición hacia la Cordillera. Partió el 18 de marzo de 1835 junto con un guía, un arriero y diez mulas. Si volcanes y terremotos elevaban el fondo del mar para crear majestuosas montañas, entonces se deberían poder encontrar fósiles marinos en sus cimas.
Con esa idea se propuso atravesar el paso de El Portillo, rodear la montaña más alta, el Aconcagua, cruzar hacia la ciudad argentina de Mendoza y volver a Chile por el Paso de Uspallata, un camino más seguro.
Casi mueren en el intento bajo una tormenta de nieve. Pero incluso en esas condiciones extremas, Charles se las arregló para encontrar ostras fósiles entre las piedras, en lo alto de las montañas.No era un hallazgo cualquiera, esos fósiles marinos le permitían a Darwin comprobar que, hacía millones de años, la Cordillera había emergido del fondo del océano.
Mientras tanto, Fitz Roy recibió una carta del Almirantazgo desautorizando la compra del Adventure, obligándolo a asumir los costos con su propio patrimonio, lo que lo dejaba en la ruina. También encontró la referencia escrita por Stokes en el punto de observación, “No God”. Entendió que Darwin había faltado a su promesa de no discutir las teorías con nadie.
Sumido en una profunda depresión Fitz Roy decidió presentar su renuncia como capitán a la tripulación del Beagle.
Sólo después de una larga conversación con Darwin y Stokes, moderada por el oficial John Wickham, el capitán recapacitó. Una vez más, Charles le dio su palabra de que no revelaría nada hasta que ambos estuvieran seguros de que contaba con pruebas contundentes.
Gracias al oficial Wickham, Fitz Roy también pudo vender el Adventure y recuperar gran parte del dinero perdido.
A pesar de continuar en el puesto, la fragilidad del temperamento del capitán había quedado demostrada una vez más. Y, para complicar la investigación de Darwin, ahora sus estudios sólo podrían publicarse con la aprobación del comandante.
El viaje y las investigaciones continuaron por varios destinos, entre los que se encontraban las Islas Galápagos, Tahití, Australia y Sudáfrica, para regresar finalmente a las islas británicas luego de casi cinco años.
Antes de llegar, Fitz Roy le propuso a Darwin editar y publicar sus diarios de viaje en conjunto, en una misma edición de varios volúmenes.
El naturalista aceptó, sabiendo que nuevamente quedaría a merced de la censura del capitán.
Al retornar a Inglaterra, Darwin percibió que los textos y anotaciones que envió a sus colegas y familiares durante el viaje habían tenido un éxito importante. Lo habían convertido en uno de los naturalistas más respetados del Reino Unido.
Luego de meses de trabajo tanto Darwin como Fitz Roy tenían sus textos terminados para publicar. Sólo que el naturalista envió su parte directamente al editor para evitar la potencial censura del capitán. El editor que quedó maravillado con el texto que incluía sutiles afirmaciones que cuestionaban el origen del mundo descripto en la Biblia.
Unos días después, Fitz Roy leyó el trabajo de Darwin. Furioso, intentó frenar su edición, pero ya era demasiado tarde.
Para empeorar las cosas entre ambos, al publicarse el viaje del Beagle en cuatro tomos, el libro que tuvo mayor éxito fue, por lejos, el de Charles.
Meses después, Darwin se empeñaba en publicar, no ya su diario de viaje, sino todas sus ideas a las que llamaba la Teoría de la Evolución. Pero, recordando la promesa de Valparaíso, se sintió obligado a lograr la aprobación de Fitz Roy, por lo que le presentó un borrador del libro.
Como era de esperarse, el capitán no lo aceptó. Decía que no tenía observaciones ni experimentos suficientes para validar su hipótesis. Quería que explicara qué era lo que impulsaba a los seres al cambio en la naturaleza.
Pasaron años hasta que Darwin lo descubrió, en medio de una cena: ¡Era la comida! Los seres vivos estaban obligados a adaptarse a su entorno cambiante para poder alimentarse ya que, como lo advertía un famoso economista llamada Malthus, en el mundo no había sustento para todos los individuos si la población crecía permanentemente. La lucha por el alimento solo permitía que sobreviviera el más aptor.
Pero incluso con pruebas suficientes, Fitz Roy lo convenció para no lanzar su obra, advirtiéndole que su familia, inmersa en una sociedad religiosa, sufriría por su posición anti-clerical. Sólo en 1859, y porque otro investigador ya había llegado a conclusiones similares, se decidió a publicar “El origen de las especies por medio de la selección natural”.
Parecía que Fitz Roy se había resignado y estaba de acuerdo con la publicación. Nada de eso. Apenas un debate contra la religión motivado por el libro fue suficiente para que Fitz Roy acusara a Charles de traidor por no cumplir con su promesa de Valparaíso. Nunca más volvieron a verse.
Pocos años más tarde, en 1865, Darwin se enteró de que Fitz Roy se había suicidado. Quizás el motivo era que su carrera política había fracasado, al igual que su situación financiera. Pero Charles estaba devastado, temía que había sido la publicación de su libro y la polémica que de él derivó, lo que lo llevó a tomar tan trágica decisión. Pero finalmente, incentivado por Stokes, decidió dejar este hecho atrás y escribir su obra más polémica El Origen del Hombre.
La narrativa regresa a 1877 cuando Francisco Moreno, quien acababa de volver del viaje en el que siguió los pasos de Darwin, Fitz Roy y Stokes y le redactaba una carta a este último. Había conseguido llegar a las nacientes del Río Santa Cruz, utilizando la información y mapas brindados por el inglés y se preparaba para publicar su propio libro del viaje.
La promesa que le había arrancado Stokes era que bautizara con el nombre de Fitz Roy al accidente geográfico más importante de la exploración. Así fue que el Monte Fitz Roy obtuvo su nombre y eventualmente se convirtió, en un punto límite entre Argentina y Chile.
Moreno envió a Stokes una piedra perteneciente al Monte que John y Charles colocaron en la tumba del capitán. Así fue que él finalmente logró su homenaje póstumo.
“La traición de Darwin” ilustra con gran destreza las personalidades de estos próceres de la exploración y la investigación.
Te permite involucrarte con sus anhelos, miedos y conflictos internos y formar parte de sus expediciones. También puedes ver cómo pensaba la gente en el siglo XIX, y así entender mejor su contexto.
La historia va más allá de la ficción y la realidad. Las combina para formar una novela atrapante que te dejará con sed de más.
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